julio 11, 2011

Del Ser...

Mis ojos comienzan a fallar, sólo el perfil del cielo y sus nubes cansadas permanecen indemnes. Venga pues el instinto, que tome mi mano y me guíe por entre el viento intranquilo cuyos susurros llegan mis oídos en algo mejor que palabras. Susurros que recoge hambrienta mi alma y los saborea; su textura, su intensa perturbación de mis perturbados sentidos.



¡Ay de mí! Que en mi deleite tiendo a olvidar el inicio, el final, el todo y la nada, el calor de mi piel y mi fría esencia. Lo olvido con paranoica ansiedad de no llegar al lugar a donde me llevaba este camino que antes seguía sin dudas. Pero ahora me obligo a huir, me impulsa un implacable escalofrío… y correré fingiendo no tener prisa, y jugaré en la arena de mi playa minada con los reflejos de estos y aquellos otros miedos, recuerdos, y una que otra esperanza, uno que otro sueño.



Forzada por la irresistible atracción de la luna, suprimiré poco a poco las razones, las preguntas, las respuestas, la causa y el efecto; porque las olas del mar que lamen mi playa, lo piden, lo ruegan, lo exigen. Y yo obedezco.



Se transforma todo en melodía, y no me canso de su efímera eternidad, nunca es suficiente. Una sensación de excitada anticipación me estremece, mientras ella se balancea con elegante arrogancia entre la brisa salada, tan valiente, tan libre y placentera como siempre. Viene a mí, y he intentado asirla entre mis dedos, lanzando al mundo gritos, risas y lágrimas simultaneas. Pero por más que lo intente, no, no me pertenece.

Apiádate de mí, cordura, locura, tú, yo, nosotras. ¿Si ahora somos, qué pensamos? Aquel camino ya no seduce a mi destino moribundo, pero entonces ¿A dónde vamos?...

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